A diferencia del dopaje físico, el de los esports se centra en mejorar el rendimiento cognitivo y los reflejos, buscando una concentración superior y tiempos de reacción más rápidos durante las partidas.
El tipo de dopaje más común en los esports implica el uso de estimulantes recetados como el Adderall, a menudo utilizado para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), así como de bebidas energéticas con altas dosis de cafeína. Estas sustancias pueden aumentar la alerta y el enfoque mental, lo que permite a los jugadores mantener un alto nivel de rendimiento durante las largas horas de competición.
A pesar de los esfuerzos de algunas organizaciones, como la ESIC (Esports Integrity Commission), la falta de protocolos estandarizados hace que la detección y sanción sean un desafío constante. El desafío para la industria de los esports es establecer un marco regulatorio sólido y uniforme que garantice un juego limpio y justo para todos los competidores.
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